
Juego porque no debo,
y me fuerzo a cerrar los ojos
ante la tentación del fruto prohibido,
pero la vida corriendo en mis venas
se rebela y amotina
obligándome a considerar
cuáles son mis opciones.
Y no hay muchas en realidad...
Juego al gato y al ratón
sin estar exactamente
segura de mi rol...
Y es que la tentación.
La maldita tentación...
La que acallo con mi risa,
la que oculto en mi voz,
la que niego y reniego,
porque sé que es un error.
Y sin embargo, juego con fuego
y me arriesgo
a más de algún chamuzcón.
En mala hora apareciste,
y en mala hora te dejé
ocupar ese rincón de mi pensar,
porque ahora tendré que ver
cómo hago para erradicar
la tentación,
la bendita tentación...