lunes, 2 de enero de 2012

A veces...



A veces el pasado duele.
A veces duele el presente.
A veces todo duele,
como si el tiempo fuera ácido
sobre piel a carne viva.
Las palabras, el silencio,
los actos y omisiones,
los acuerdos tácitos
que abren las puertas
a la incertidumbre,
razgan la carne
en la soledad de la noche,
y entonces sólo quedo yo:
desnuda, frágil,
muerta y viva...
Con mis miedos,
con mis cargas,
con mis penas,
con estas palabras
que sólo sirven
para desnudar aun más mi alma.
¿Cómo protegerme
del ataque de mí misma,
del dolor que cala hondo
desde las mismas entrañas?
¿Cómo detener las culpas,
las ilusiones, los sueños
que se convierten en pesadillas?
¿Cómo cerrar las puertas,
las ventanas y quedarme sola
si necesito el abrazo amigo,
ese que me rehuye,
ese que me hace más daño?
Porque a veces el pasado duele,
y a veces duele el presente,
y a veces...
a veces todo duele...

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