
Esa que no soy yo
se desvanece en la niebla
de una mañana sin sol,
como si no existiera,
porque nunca fue...
Esa que no soy yo
huye de las sombras,
convirtiéndose en una de ellas,
guarecida en un castillo de naipes,
custodiada por el silencio...
Esa que no soy yo
muere sin dejar rastro,
sólo unas gotas de sangre inocuas,
sólo un suspiro que nadie oyó,
sólo un deseo insatisfecho...
Esa que no soy yo
se encoge de hombros,
y ya no tiene sueños,
y ya no tiene sueño,
y ya no tiene nada...
Esa que no soy yo
no conserva las marcas,
no conserva el dolor,
no conserva el placer,
no conserva su alma...
Esa que no soy yo
se vuelve arena en el viento,
prometiendo que volverá,
que se pegará en mi cuerpo,
que me volverá arena en el viento...
Esa que no soy yo
me recuerda a mí misma,
en otro tiempo y lugar,
en el que no he estado jamás,
y al que no sé llegar...
Esa que no soy yo
te ofrece manos vacías,
te ofrece todo y nada,
y no entiende lo obvio,
ni creo que quiera entender...
Esa que no soy yo
se va y me deja sola,
como si no importara,
y se lleva con ella
la mitad que sí soy yo...