
¿Sabes qué se hace
con un corazón roto?
Se esconde bajo la alfombra,
se encierra bajo llave,
se guarda donde nadie
lo pueda hallar jamás...
Se parcha, reconstruye,
se hace lo que se puede,
pero por alguna razón
nunca queda igual...
Se trata de adornar las heridas,
con hilos de oro,
con perlas, con diamantes,
pero en algún momento
todos los adornos
terminan teñidos de rojo...
¿Quizás si usamos rubíes?
Tratamos de hallar la solución,
pero hasta los rubíes
pierden su brillo,
se opacan con el dolor...
¿Sabes qué se hace
con un corazón roto?
Se construye un refugio
a su alrededor,
se cierran puertas y ventanas,
se protege entre las sombras,
se camufla, se esconde,
se trata de distraer la atención
para que nadie descubra
el vacío que dejó en tu pecho...
Y te dices a ti mismo
que los miedos pasarán,
que las heridas se cierran,
que las heridas sanarán,
pero tú sabes
que ya nada será igual,
porque algo se quebró,
algo ya no está,
la inocencia,
el coraje,
la confianza,
qué sé yo...
¿Sabes qué se hace
con un corazón roto?
Se juntan los pedazos,
y como un plato que se quiebra,
siempre falta un pedacito,
ese del rincón,
el pequeño que pareciera
que no hace falta
hasta que no está,
y te prometes a ti mismo
que no lo dejarás
en manos descuidadas nunca más,
y mientras te lo dices
y repites, una y otra vez,
viene el terremoto,
y la porcelana que guardabas
se hace añicos otra vez...
¿Sabes qué se hace
con un corazón roto?
Se endurece,
se cubre de frío metal,
todo para evitar la lanza
que de todas maneras
lo atravezará...
Hay tantas cosas
que se pueden hacer
con un corazón roto...
¿Sabes qué hice yo
con mi corazón roto?
Lo escondí,
tan, pero tan bien,
que temo que lo perdí...
Si lo encuentras,
no me digas,
sólo escóndelo otra vez,
que mis miedos me sugieren
que perdido es más seguro
que no lo sienta herido,
que no lo vea roto,
que no lo hieras tú también...