miércoles, 17 de octubre de 2007

El juego


Y acabó otra ilusión de amor,
y vendrán otras más...
¿Y qué saco? ¿y qué gano?
Sólo más desilusión,
sólo más dolor,
por dejarme tentar
por la palabra quizás.
¿Y qué hago?
Mi corazón no aprende
a no dejarse llevar
por el entusiasmo;
corre tras cada luciérnaga
jurando que es la luna,
y después llora por el sol.
¿Y qué pasa?
¿Cuál es mi problema?
Ya sé; que todo para mí
es demasiado serio,
demasiado grande,
muy importante...
Y en realidad, todo es un juego.
Un juego que, por cierto,
no sé jugar.
¡¿Qué digo?! Si ni siquiera
logro entender las reglas,
ni he logrado encontrar
alguien que conmigo quiera jugar.
¿Será ese el juego?
“Trate de encontrar
otro jugador,
y luego, pierdan los dos,
y ganen los dos.
Si piensa, pierde,
si llora, pierde una jugada,
avance de a dos espacios
y retroceda uno.”
Si hubiera un tablero y dados,
sería todo más fácil,
pero, seguramente,
yo no tendría ni tablero,
si tuviera tablero,
no tendría dados,
y si los tuviera a ambos,
no tendría compañero.
A veces pienso que los gatos
son una buena opción;
si me conformara con eso
mis problemas acabarían.
¡Basta! ¿Qué más puedo decir?
Sólo me resta intentar
seguir jugando,
aunque no entienda,
aunque ya no quiera,
porque estoy cansada,
agotada, extenuada,
de jugar un juego que no gano,
en el que avanzo
sólo para volver a la partida,
a jugar otra ilusión,
a jugar otro dolor,
a tirar como un dado
otro trozo de mi corazón,
a anotar con sangre
un punto y borrar dos,
a perder jugadas
como pierdo la vida,
a intentar ganar,
enfrentando el pesimismo
que me embarga
por momentos
(como ahora),
a luchar por arribar
a una meta
lejana, lejana,
a volver a soñar
que encontré con quien jugar...

No hay comentarios: