martes, 4 de septiembre de 2007

Al ciego feliz


¿Por qué pasan estas cosas?
Yo ya me había conformado
a saberte con otra
y rogar que te quisiera.

Ahora me entero
que no te quiere,
que eres su capricho,
y no lo sabes tú.

Y eres feliz con ella
sólo porque no sabes,
porque no entiendes,
porque eres ciego a la verdad.

¿Por cuánto tiempo?
Terminarás por darte cuenta...
¿Y mientras tanto, qué?
¿Debo sufrir por tu error?

Tu ignorancia te ayuda
a conservar aquella
hermosa sonrisa
que te ilumina la cara.

¿Cómo podría decirte?
No puedo decirte
y no puedo callarlo
¿Pero qué hago?

No podría darte esa pena,
pero no puedo permitir
que sigas ilusionado
con esa serpiente de miel.

Nos engañó a todos,
no es de miel,
sino de hiel,
y no sabíamos...

Su mente está llena
de malvados deseos;
su corazón de cinismo;
su alma, de veneno.

Ella me enemistó contigo,
con chismes y calumnias,
te enfrentó a mi ser,
y no la movió el amor.

No me importa su destino,
no deseo su castigo,
sólo deseo tu libertad
y sobretodo tu bienestar.

Abre los ojos, mi amor;
cuando los abras
aquí estaré, pues
para siempre, te esperaré.

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